Dulce y salvaje


 En el mismo instante en que abrió la puerta, Derek escuchó el apacible sonido que provenía de la ducha y una sonrisa ladeada asomó a sus labios. Se acercó en silencio y se apoyó en el marco de la puerta, contemplando embelesado la belleza etérea del delicado cuerpo femenino. Sin que Dhiana se percatara de su presencia, acortó la distancia que los separaba y no pudo reprimir el impulso de acariciar su espalda con suavidad, siguiendo el rastro de una gota perezosa. Ella alzó la cabeza entre sorprendida y asustada y se giró con rapidez. 

—Has llegado temprano —lo saludó, concediéndole una tímida sonrisa.

—Hemos cerrado antes —contestó Derek.

   Acarició la delicada línea de su cuello y descendió por su hombro desnudo con el suave tacto de una pluma. Le retiró el pelo mojado del rostro y observó con preocupación las profundas ojeras que deslucían su dulce mirada azulada: había tenido otra de sus pesadillas. 

   Rozó su mejilla y la miró a los ojos, unos ojos que nunca dejaban de mirarlo con amor. Observó fascinado cómo Dhiana se pasaba la punta rosada de su lengua por el labio inferior, un gesto en ella que resultaba inocente y que provocó un doloroso y placentero latigazo directo a su entrepierna. Lo sacudió el apremiante deseo de besarla y descendió hasta su boca entreabierta. Apresó su labio inferior y tiró de él con suavidad, después apresó su boca y recorrió su interior sediento por saborearla. 



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